Clemente está en un momento de éxito total y vive sumergido en una borrachera de poder. Envalentonado y con todo a su favor, anuncia que Dios le va a devolver la vista, pero el milagro no ocurre y comienzan las primeras tensiones internas. Fiestas, relaciones homosexuales, sospechas de abuso y el negocio en el que se está convirtiendo la congregación, genera una pérdida de confianza que acaba con excomuniones y expulsiones de la orden. El final del primer papado palmariano está cerca.